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13 de marzo de 2025 - 10:46
Vaticano.

Se cumplen 12 años del pontificado de Francisco: el Papa que revolucionó el mundo

Su elección fue inesperada y marcó varios hitos: se convirtió en el primer Papa de América, el primer jesuita en ocupar el trono papal.

Redacción de TodoJujuy
Por  Redacción de TodoJujuy

Una de las escenas más conmovedoras del papado de Jorge Bergoglio tuvo lugar el 27 de marzo de 2020, en medio de la Cuaresma y del confinamiento global causado por la pandemia de Covid-19. Esa noche, el Papa recorrió solo la plaza de San Pedro, caminando hacia el atril desde donde ofreció su bendición Urbi et Orbi a las multitudes conectadas virtualmente desde todos los rincones del planeta.

Millones de personas lo siguieron en línea mientras transmitía su mensaje. “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos”, dijo, citando el Evangelio de San Marcos.

El papa Francisco camina hacia la plataforma desde dónde dará la bendición Urbi et Orbi en una Plaza de San Pedro vacía, el 27 de marzo de 2020.

Esa sensación de aislamiento que experimentó Francisco en la noche romana parecía ser un reflejo de otra, cada vez más profunda en los últimos años: el Papa argentino parecía ser, quizás, el único líder global con una visión clara en ese momento histórico.

Poco después, él mismo meditaba sobre esta situación. Fue al conmemorarse el décimo aniversario de su elección, cuando Francisco expresó: "No pensaba que sería el Papa de la Tercera Guerra Mundial. Pensaba que el conflicto sirio era único, y luego vino Yemen, y luego la tragedia de los rohingya, y vi que era una guerra mundial. Pero detrás de las guerras está la industria armamentística, y eso es diabólico. Un experto me dijo que si dejáramos de fabricar armas durante un año, ya no habría hambre en el mundo. Me duele ver a los muertos, esos jóvenes, sean rusos o ucranianos, no me interesa. No van a volver.”

Francisco manifestaba su desánimo por no poder hacer más por lograr la paz global, por no encontrar aliados en su causa, y por no recibir el respaldo necesario a sus llamados al diálogo y la hermandad de parte de sus interlocutores seculares. Al inicio de su papado, diversos gestos contundentes y la respuesta del ámbito político parecían abrir nuevas perspectivas y tender puentes para promover la amistad entre naciones.

Francisco da la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) en el excepcional momento creado por la pandemia de coronavirus. Vaticano, 27 de marzo de 2020.

Una vigilia en favor de Siria logró evitar que el conflicto se intensificara. El entonces presidente de Israel, Shimon Peres, y el líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, viajaron al Vaticano para orar juntos por la paz entre sus pueblos. Gracias a su mediación, Cuba y Estados Unidos comenzaron un proceso de reconciliación en sus relaciones diplomáticas.

Cuando Francisco menciona que la Tercera Guerra Mundial ya está ocurriendo, aunque de manera fragmentada, no se refiere a que la suma de varias “pequeñas” guerras forme una gran guerra, sino que denuncia cómo las grandes potencias globales trasladan su lucha por el dominio a territorios ajenos, afectando a otros pueblos y favoreciendo a sus complejas industrias bélicas.

En este reclamo, el Papa se ha encontrado en soledad. En medio de la confusión sobre su papel, no faltaron quienes le exigieron que tomara partido por alguno de los bandos en un conflicto, o quienes pedían a gritos condenas hacia las guerras más cubiertas por los medios, sin prestar atención a los esfuerzos que realizaba por situaciones menos visibilizadas, que a menudo quedaban ignoradas o relegadas por el sistema mediático.

Es común que aquellos que piden a la Iglesia, y especialmente al Papa, que se mantengan al margen de cuestiones políticas, sean luego los primeros en demandar su intervención y que incluso resuelva los conflictos cuando surgen. En el fondo, esto suele ser solo una excusa para criticar; si los líderes no establecen los mecanismos necesarios para continuar en el ámbito geopolítico los caminos que el Papa sugiere o inicia desde su rol espiritual, poco se podrá hacer por la paz. Exigirle al Pontífice lo que supuestamente no hace es, en realidad, una forma de eludir responsabilidades.

El Papa Francisco llega a la Plaza de San Pedro para la misa de inauguración de su papado, el 19 de marzo de 2013.

A lo largo de la historia, la Santa Sede tomó una postura de cautela y neutralidad, actuando con el mayor sentido de imparcialidad cuando la situación lo requiere.

Bergoglio no es el primer Pontífice en recibir a todos los líderes mundiales, ni el primero en abstenerse de criticar abiertamente ciertos regímenes. Papas como Paulo VI y Juan Pablo II adoptaron una diplomacia similar. El Vaticano no rompe vínculos con gobiernos de facto; su objetivo es siempre mantener un canal de comunicación abierto, por más limitado que sea. La Santa Sede cuenta con seguidores y el Vaticano con "ciudadanos" en cada rincón del planeta, lo cual es fundamental para su enfoque. Un nuncio puede ser expulsado, pero rara vez es retirado por completo. No es un simple representante: desempeña una función diplomática, pero su tarea más significativa es ser el puente entre las comunidades locales y Roma.

La falta de comprensión sobre este peculiar rol de la diplomacia vaticana es la raíz de muchas críticas desproporcionadas e irracionales que el Papa ha recibido a lo largo de estos años por sus acciones en este ámbito. No solo por incomprensión, sino también por mala fe. Y, en el fondo, por falta de compromiso.

Francisco en un encuentro con cardenales.

La hoja de ruta del papado

Pasaron doce años desde aquel memorable 13 de marzo de 2013, cuando, a las 19:06 hora local de Roma, la fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina precedió a la sorprendente revelación del nombre del primer Papa no europeo en más de 13 siglos. Era un rostro desconocido para la mayoría: Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, no era uno de los favoritos mencionados como posibles sucesores de Benedicto XVI.

Sin embargo, dentro del colegio cardenalicio encargado de elegir al nuevo Papa, Bergoglio había logrado ganar respeto y reconocimiento, especialmente desde que, en 2007, en la reunión del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) celebrada en Aparecida, Brasil, evento al que asistió Benedicto XVI, el entonces inesperado futuro Papa trazó las grandes líneas para la renovación de la Iglesia. El documento final de esa asamblea planteaba la urgencia de reformar la Iglesia para acercarla a las periferias. Estos principios luego fueron retomados en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, publicada en noviembre de 2013, un texto que muchos interpretan como el programa central de su pontificado.

Desde el inicio de su pontificado, Francisco comenzó a mostrar con gestos contundentes los cambios que quería implementar. Su visión era transformar la Santa Sede, alejándola de la imagen de una corte renacentista y acercándola más a la imagen de una iglesia accesible y abierta. Quería una Iglesia que funcionara como un hospital de campaña, priorizando la sanación de las heridas antes que cualquier otra consideración, en lugar de ser una especie de aduana que regula y limita el acceso.

El Papa Francisco adoptó la costumbre de dar una conferencia de prensa a bordo del avión papal al concluir sus viajes apostólicos.

Al día siguiente de ser elegido, Francisco se dirigió al hotel donde se hospedaba para abonar personalmente su cuenta y anunció que no viviría en el Palacio Apostólico, una decisión que tenía como objetivo principal evitar el aislamiento.

Su estilo se caracterizó por la austeridad y la cercanía con los fieles. Cárceles, hospitales, barrios marginales, hogares de ancianos, campos de refugiados: estos fueron algunos de los lugares a los que Francisco acudió durante sus visitas, tanto en Italia como en sus viajes internacionales. En cierto modo, esto reflejaba su modo de actuar como arzobispo de Buenos Aires, donde recorría incansablemente los barrios de su diócesis, organizaba actividades en las villas y luchaba constantemente contra la trata de personas.

Esos actos, junto con sus casi diarias homilías en Santa Marta y las audiencias públicas en la Plaza de San Pedro, lo posicionaron rápidamente ante el mundo como un pastor, un párroco al servicio de la última de las iglesias, ahora radicado en la sede papal y observado por todos, pero manteniendo su estilo característico. Este enfoque buscaba acercar la Santa Sede, frecuentemente percibida como una institución distante, a cada uno de los fieles.

Durante estos doce años, sus esfuerzos por reducir la brecha, tanto geográfica como simbólica, entre la alta jerarquía vaticana y el pueblo de Dios no cesaron.

Francisco en el Muro de los Lamentos.

Para llevar a cabo su visión, Francisco procedió a reformar la Curia, comenzando con la creación de un cuerpo colegiado de cardenales que lo asesorara en el gobierno de la Iglesia y elaborara un proyecto de modificación de la estructura vaticana; una labor compleja y delicada que culminó en marzo de 2022, cuando se presentó una nueva constitución apostólica.

El objetivo era establecer una estructura más orientada a la misión, enfocada en servir a la evangelización y a cada parroquia, con el fin de "elevar desde el terreno las mejores iniciativas tomadas por los católicos". Se trataba de un llamado a que las iglesias locales desempeñaran un rol más relevante mediante un impulso hacia la sinodalidad.

Es ampliamente conocida la constante denuncia de Francisco contra el clericalismo, esa política de círculos cerrados desconectados de las bases.

Además de reformar los órganos financieros y administrativos, también se renovó el Colegio cardenalicio. Actualmente, el 80 por ciento de los cardenales que participarán en la elección del próximo Papa fueron designados por Francisco, siguiendo un criterio de mayor balance geográfico. Se redujo la representación de los europeos, y se nombraron cardenales de países del sur global, como Tailandia, Birmania, Vietnam, Nueva Zelanda, entre otros. También se incluyó más representación de Sudamérica y se disminuyó la presencia de funcionarios vaticanos en el grupo de nuevos cardenales.

La portada del diario vaticano L'Osservatore Romano anunciando la encíclica del papa Fratelli Tutti, el 4 de octubre de 2020.

Bergoglio siempre sostenía que la Iglesia no se expande mediante proselitismo, sino a través de la atracción; por eso su enfoque pastoral pone énfasis en la misericordia, la apertura y la cercanía. Mostró una actitud comprensiva hacia los homosexuales y los divorciados que se habían vuelto a casar. Muchos recordarán su famosa declaración: “Si una persona gay busca al Señor con sinceridad, ¿quién soy yo para juzgarla?” Sin embargo, también condenó lo que denominó el “lobby gay”. “El problema no es tener esa inclinación, sino hacer lobby”, afirmó.

Durante sus 12 años de pontificado, Francisco realizó 47 viajes apostólicos fuera de Italia, visitando 66 países, con un claro enfoque en las periferias. “Hay que ir a la periferia si se quiere ver el mundo tal cual es”, es una frase que repite frecuentemente. Su idea de periferia es tanto geográfica como existencial, por eso en cada uno de sus viajes, lava los pies de personas humildes o marginadas, recorre barrios empobrecidos, hospitales y prisiones...

En 2024, a pesar de enfrentar restricciones físicas, emprendió el viaje más largo de su pontificado: visitó Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur.

El papa Francisco saluda la bandera argentina al llegar a la Plaza de San Pedro para la misa de inauguración de su pontificado el 19 de marzo de 2013.

Realizó visitas a seis naciones que jamás habían recibido a un Papa: Birmania, Macedonia del Norte, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Bahrein y Sudán del Sur.

En Italia, su primera salida fue a Lampedusa, isla que representa la entrada a Europa para muchos migrantes africanos, donde denunció que el Mediterráneo se había transformado en un vasto cementerio y condenó “la globalización de la indiferencia”.

Una de las metas principales de su papado fue fomentar el diálogo ecuménico e interreligioso. Durante su peregrinaje a Tierra Santa en mayo de 2014, estuvo acompañado por el patriarca Bartolomé I de Constantinopla y, en un gesto significativo, compartió un abrazo que representó a tres religiones en el Muro de los Lamentos junto a sus amigos, el rabino Abraham Skorka y el líder islámico Omar Abboud.

En su visita a Sudán del Sur, el arzobispo de Canterbury, líder de la Iglesia Anglicana, lo acompañó. También mostró claros gestos de acercamiento hacia el Islam. Junto a Ahmed el-Tayeb, rector de la universidad Al-Azhar de El Cairo, firmaron una declaración conjunta sobre la fraternidad humana.

12 años de pontificado de Francisco, el Papa que nadie esperaba.

En junio de 2015, impactó con su encíclica Laudato Si’, sobre el cuidado de la Creación, mostrando una vez más la capacidad de la Iglesia para abarcar todas las realidades. Ahora bien, en una entrevista libro en 2017 (”Papa Francisco. Latinoamérica”, de Hernán Reyes Alcaide, Planeta 2017) Francisco aclaró: “Laudato Si’ no es una ‘encíclica verde’. Es una encíclica social. Expresa la indisoluble relación entre el cuidado del ambiente y la justicia social”.

Tildado con frecuencia de populista, el papa Francisco, que claramente no cree en la teoría del “derrame”, aclara sin embargo: “No propongo la cultura cómoda de la dádiva o del subsidio permanente”. Y, citando Evangelii Gaudium, reitera: “Ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”; lo que corresponde es “una creación de fuentes de trabajo, una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo”.

“Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable”, insistió, en la citada entrevista. Pero también advirtió que quienes “absolutizan la libertad de mercado, sobre todo la libertad de las grandes empresas, como principio fundamental de la vida social”, olvidan que no todos nacen con los mismos privilegios y oportunidades. “Sería muy irresponsable dejar a los débiles solos entre los engranajes de este mundo voraz. Sería un ‘alegre descuido’ que tarde o temprano nos caerá encima”, dijo.

Su elección fue una sorpresa y trajo varias primicias.

En su encíclica Fratelli tutti, publicada en 2020, Francisco retomó estos mismos principios, en la que hace una crítica tanto al liberalismo como al populismo. Al primero lo acusa de fomentar el individualismo y una fe ciega en el mercado; al segundo, de ser responsable de la demagogia y la búsqueda de soluciones rápidas. En un capítulo de 30 páginas, dedica tiempo a analizar qué tipo de política realmente promueve el bienestar común, y cuál es “la mejor política” para “el progreso de una comunidad global que pueda lograr la fraternidad entre pueblos y naciones que practiquen la amistad social”.

Desde Argentina, lamentablemente, muchos líderes políticos han evaluado al Papa usando las mismas perspectivas superficiales y a corto plazo con las que operan localmente. En el fondo, resulta más sencillo y conveniente centrarse en si recibió a tal o cual persona, si le dedicó una sonrisa a uno y no a otro, o contar el tiempo de las audiencias, en lugar de reflexionar sobre la profundidad de su mensaje.

Aquellos que se decían seguidores de él, en su mayoría, solo buscaban aprovecharse de su tiempo, posar para una foto, sin asumir ninguna responsabilidad ni compromiso; incluso, muchos actuaron en contra de los principios cristianos, justificándose con el cínico argumento de “soy católico (o católica), pero…”.

Una de las imágenes más impactantes del pontificado de Jorge Bergoglio fue registrada el 27 de marzo de 2020, en plena Cuaresma.

Argentina brindó al mundo un Papa, pero aún no ha comprendido plenamente el significado y la trascendencia de este hecho, cuyo impacto solo crecerá con el paso del tiempo.

Aún es posible corregir el rumbo. El Papa se está recuperando y, aunque quizás en el futuro enfrente mayores limitaciones físicas, como él mismo señaló al comenzar a usar la silla de ruedas, “la Iglesia se gobierna con la mente, no con las rodillas”.

A nivel global, Francisco se ha destacado como un líder influyente, una figura central respetada y escuchada por numerosos políticos; en ciertos momentos con mayor énfasis, y en otros menos, en un contexto mundial donde, tras la Guerra Fría, no se han cumplido las promesas de mayor pluralidad y diálogo, sino que, por el contrario, los conflictos se han intensificado.

A 12 años de la asunción del Papa Francisco.

En este contexto, el mensaje de Francisco cobra aún más relevancia, especialmente en el ámbito espiritual, donde ha planteado la idea de “una Iglesia que facilite, no que condene”. A nivel global, ha sido un firme defensor de la fraternidad.

Seguramente, ahora, como expresó al celebrar su décimo aniversario como Papa, su deseo sigue siendo el mismo. Parafraseando: “Para mis doce años de pontificado, regálenme la paz”.

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